15 ago 2008

No soy un Brosnan

Con el diluvio que cae en plena época estival y con las chancletas mojadas patinando sobre los tramos deslizantes de la acera, uno llega a sentirse hasta protagonista de un musical. En cualquier instante las caras serias de las 09.55 (hora de farmacia) de la mañana pueden cambiarse a chorros de felicidad, jolgorio y alegría a raudales. La repostera comenzará entonando el Mamma Mía, mientras que la cajera del super y el banquero le acompañan coreografiando el himno ochentero. Todo volverá a la normalidad cuando termine la canción. Entonces no valdrá tirar papeles por el aire o moverme encima de los contenedores al ritmo de bailes rusos. Sabe a poco un paréntesis tan breve cuando uno tiene la cabeza en otras cosas.

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