22 dic 2008

Algo que se suele escribir tras decorar la casa para Navidad

A proposito de los sinceros gestos de incomunicación, rememoro aquella metedura de pata que hice al dejar el teléfono descolgado. Y es que se pueden echar a perder un elenco de posibilidades por el mero hecho de posar el telefono donde no se debe. Al contrario de las últimas hojas de otoño, uno tiene que resistirse a caer y soportar el frío invernal colgado del limbo. Demasiado tarde para planear y aterrizar sobre el suelo árido. Pasó el tiempo para madurar lo suficiente.

La línea cortada y no hay forma de comunicar con el susodicho, ni falta que hace. Parece imprescindible que el interés comunicativo sea mutuo. Y por la parte que me corresponde, la inquietud por mantener la vía abierta se perdió por el camino. Allá por los dosmiles, como dirán miles de personas a partir de los tresmiles. Y ahora me planteo si habrá lugar para los teléfonos en el tercer milenio. Quizá entonces no tengamos que esforzarnos ni en dirigirnos la palabra. Probablemente se exagerará la prioridad que se le dedica a la comodidad, aunque pueda pisotear los ahora-aparentemente-imprescindibles sentidos.

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